Como sabéis, ASIS (Asociación Solidaria de Integración Social) es el brazo social de nuestra Comunidad… es la forma concreta que tenemos de vivir el Evangelio sirviendo a los pobres. Os hacemos llegar un proyecto que tenemos entre manos y su presupuesto, cuya urgencia nos lleva a pedir vuestra colaboración y la de quienes sepáis que podrían ayudar.

Queridos amigos:

Os escribo en primer lugar para agradecer vuestra colaboración, sin la cual la Asociación A.S.I.S. no podría realizar los servicios que venimos realizando desde hace ya 20 años. Gracias en nombre de tantos a los que podemos llegar y atender. Es un servicio que se hace cada día más urgente.

Quiero comunicaros la urgencia que hoy tenemos para solicitar vuestra colaboración:

Se trata de los dos pisos de Acogida que tenemos en Málaga. En ellos atendemos sobre todo a mujeres con riesgo de exclusión social, mujeres que han sufrido violencia de género, mujeres solteras y con hijos, familias desahuciadas, enfermos, familias monoparentales, emigrantes sin documentación…

Estos dos pisos requieren una restauración urgente por el grado de deterioro en el que se encuentran.

Los gastos de restauración superan los 40 mil euros. Adjunto os envío el presupuesto separando cada una de las actuaciones: luz, agua, ventanas, puertas, suelos, pintura, etc.

Aquí os dejo el IBAN de La Caixa donde podéis ingresar vuestra aportación:

ES07  2100 2448 1502 0008 9487  y el Bizum: 01851.

Recibid un abrazo y muchas gracias por vuestra colaboración en nombre de los beneficiarios.

Francisco.

Como podéis ver en el termómetro, ya hemos recaudado más de la mitad del dinero que necesitamos para rehabilitar el piso que nos donó nuestra socia Mariví para acoger y reintegrar en la sociedad a personas en riesgo de exclusión social (mujeres que han sufrido violencia de género, madres solteras, hombres y mujeres sin recursos sociales y escasos recursos económicos…).

Ya tenemos 28630€, pero aún nos queda para poder llevar a cabo la rehabilitación. Os invitamos a participar en este proyecto a todos los que podáis hacerlo, ya sea aportando ayuda económica o difundiendo el proyecto entre quienes sepáis querrían y podrían ayudar.

Seamos corresponsables. Gracias.

Para el tiempo de Cuaresma

En este tiempo de Cuaresma os ofrecemos el siguiente material para la oración. Quien así lo desee, puede imprimirlo y darlo a quienes les pueda interesar.

Cuaresma 2023 – Salvación

Feliz preparación a la Semana Santa.

Francisco Cano

¿Se puede amar al enemigo?

El amor al enemigo, suena a un grito ingenuo y desbordante

La pregunta para todos es esta: ¿qué podemos hacer ante estas palabras de Jesús? La ley del talión justificaba la aniquilación del enemigo. Jesús invierte esta ley de venganza hasta tal exceso que quiere acabar con todo tipo de venganza. No se trata de la prohibición de resistir al mal, a los tiranos, de la prohibición de la auto-protección, ni de permitir a los violentos el ejercicio sin límite de sus maldades; la pasividad ante la violencia es lo mismo que complicidad con el mal  y los malvados. Se trata de no resistir con violencia al que hace el mal. Se trata de cómo hay que resistir al mal. La idea de Jesús es que jamás se ha de responder con violencia. La razón es evidente: así se fomenta la violencia imparable. Que hoy es más destructiva que en los tiempos de Jesús.

Estamos ante un mundo muy violento; los intereses económicos han producido un mundo extremadamente violento, una violencia que cuando se une a creencias religiosas, produce terroristas incontrolables. Hay que crear una cultura de resistencia no violenta, como Gandhi, Martin Luther King, Óscar Romero, Nelson Mandela. Necesitamos mártires y místicos junto a políticos lúcidos y eficaces. Los motivos para turbarnos son constantes, procuremos no perturbarnos interiorizando el mal que viene de fuera.

La pregunta sigue en pie, ¿se puede amar al enemigo? ¿Qué hacer con el que sabemos nos odia, con el que se pone triste cuando las cosas nos salen bien y triunfamos, y se pone alegre cuando fracasamos? ¿Es que acaso no sentimos de cerca esta experiencia? Cada uno conoce y sufre esta experiencia cuando la vida nos pone en relaciones que jamás pudimos imaginar. ¿Cómo es posible que a quien sólo hemos hecho bien nos responda con el mal, el odio, la venganza, que hable mal de nosotros, murmure y calumnie? ¿Es posible amar a estas personas?

Dios no nos puede pedir lo imposible, ni pedirnos que violentemos constantemente lo que da de sí nuestra condición humana. No mandamos en nuestros sentimientos, pero sí en nuestra conducta y comportamientos. Lo que Jesús nos pide es que nunca hagamos mal a nadie. Nunca una palabra hiriente, nunca hablemos mal del otro, no dañemos la fama y la dignidad del otro. El que se comporta así, ama al enemigo.

Nuestra grandeza está en reconocer nuestras propias limitaciones, porque esto es lo que nos hace “buenas personas” y hace posible que no seamos personas resentidas. Huyamos de todo maniqueísmo: nosotros los buenos y ellos los malos.

Conocemos a nuestros enemigos. No se nos pide cariño y afecto, sino una relación radicalmente humana de interés positivo por su persona. Respetemos la dignidad humana del enemigo, esto es ser humano hasta el final.

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El Evangelio nos muestra un estilo de vida que pone a Dios en el origen, y a los demás, y a uno mismo, en el centro. En el origen y en cada momento está el amor; esto es cumplir la voluntad de Dios que, para cada persona, es garantía de vida y libertad. Libertad que es un regalo y, a la vez, una tarea que lleva a elegir un modo de vida, unos comportamientos y a dejar otros, y todo, para ser felices.

Estamos caminando, pero este caminar pide no estar ocupados en otras cosas, de modo que olvidemos lo importante. ¿Cómo tenemos que vivir? Dios nos lo ha revelado y enseñado por medio del Espíritu, este Espíritu es sabiduría que conoce a cada persona, y que sondea todo, incluso lo profundo de Dios. De este modo la Verdad está en nosotros.

¿De qué estamos hablando cuando hacemos referencia al Espíritu? El hombre sabe que es imposibilidad e impotencia, porque la capacidad de enmascaramiento del mal en él le oculta el camino, o nos desborda y nos sobreexige, con lo que acabamos rechazándolo. También nos puede ahogar y reprimir, como pura letra que mata. Este es el mensaje del evangelio: La presencia de Dios en el corazón humano produce una transformación de este corazón que consiste en ir haciendo nacer en él posibilidades y potencias. Es la gracia la que va produciendo una conversión del deseo que hace el Bien amable y fácil. “El Espíritu de Dios es el que lucha en ti”, nos dice san Agustín. El Espíritu Santo de Dios es lo más humano del hombre.

Esa reestructuración de nuestro interior consiste en hacer humano al hombre, pero llega hasta los extremos descritos por L. Boff a propósito de Jesucristo: “así de humano sólo puede serlo el mismo Dios”. Diríamos ahora que así de humanos sólo puede hacernos el Espíritu de Dios.

Este texto extenso de Mateo nos muestra que la vida y las enseñanzas de Jesús no se ajustaron a la normativa religiosa de su tiempo, que llegó a enfrentarse a la religión oficial y a las prácticas religiosas, a los dirigentes, e incluso se enfrentó con el Templo, afirmando que aquel santuario era una “cueva de bandidos”.

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“Si la sal se vuelve sosa… no sirve más que para tirarla fuera y que la gente la pise”

Esta Palabra se cumple hoy.  Las metáforas que utiliza Jesús son elocuentes, y nos interrogan sobre cuál es el proyecto de nuestra vida. Esta palabra pone al descubierto un tipo de fe en la que no pocos vivimos: esquilmada, rutinaria, neutra, que no cuestiona, que no impresiona, inofensiva. Parece que nos hemos propuesto hacer del evangelio algo prudente y razonable, y hemos conseguido que sea pisoteado, porque ha perdido toda su fuerza, la de un organismo vivo: la cualidad de fermento. Es común la constatación de que el evangelio vivido hoy por los llamados cristianos no encuentra más que la total indiferencia, cuando es un mensaje de positividad, de felicidad, de tal manera -lo dice Jesús-, que la gente al vernos glorifiquen, den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

Nos interroga cuando buscamos un cristianismo rebajado, cómodo. Cristianos que  viven de forma confortable en la cruz, que viven su fe más como una doctrina y no como una encarnación. En una palabra, faltan cristianos que escandalicen, porque encarnan el amor loco de Dios. ¿Dónde están los testigos? ¿Dónde están los hombres y mujeres de oración que son sal de la tierra, que pongan en la vida del ser humano un sabor y una gracia desconocidos? Vivimos para eficacia  productivos. El evangelio vivido no es para poner tristeza en nuestras vidas, sino para hacernos más lúdicos, llenos de talante festivo, llenos de ternura, creatividad, y viviendo el gozo del compartir. ¿Dónde está la fuerza humanizadora, liberadora y salvadora que se encierra en el acontecimiento y la persona de Jesús? No somos pelagianos.

Jesús habla del peligro de que la sal se vuelva sosa. ¿Dónde están las buenas obras que muestren el amor de Dios y la acción del Espíritu en nosotros? Bien podemos afirmar que todo se sacrifica al dios del interés económico. Pero sigue en pie: “vosotros sois la sal de la tierra”, una llamada a mantenernos libres frente a los dioses que hemos creado, que esclavizan y corrompen. Jesús nos hace una invitación a introducir compasión en una sociedad desgarrada que está matando la civilización del corazón. Lo que Jesús quiere es que nuestro comportamiento sea de tal naturaleza que la gente, al vernos, se sienta mejor, más feliz, se sienta con ganas de tener fe en Dios, y esto pide una gran humanidad y una profunda espiritualidad. Si no tenemos nada propio en lo espiritual, ¿cómo vamos a tenerlo en lo material? La actitud del creyente consiste primariamente en dejarse hacer, en lugar de hacer; en “reconocerse sin obras” ante Dios y por eso también ante los hombres; en aceptar que mi valor y mi verdad no están en nada de lo mío, sino en el Don que se me ofrece y, por tanto, que el hombre vale, sólo porque Dios le ama, y no por lo que él hace para valer.

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La salvación otorgada por Jesucristo no es obligatoria ni automática, pues Dios respeta la libertad del hombre.

La parábola de las bienaventuranzas no puede dejarnos indiferentes: o provoca reacción positiva o negativa, porque se mueve en el ámbito de lo paradójico, lo desacostumbrado, lo sorprendente, lo no convencional, lo chocante, lo in-sensato, porque vuelve las cosas del revés y nos obliga a ver el mundo y la vida desde otra perspectiva: las bienaventuranzas nos inducen a romper con los valores en uso. ¿Es vivir un mundo distinto? No, sino que nos remiten a las nuevas posibilidades de este mundo. Ante las parábolas nadie puede responder por nosotros. El peligro es creer que se trata de nanas para encandilar, distraer y adormilar con sensaciones y  emociones estéticas. No son fábulas para sacar moralejas, todas ellas plantean serios problemas éticos. Son relatos interpelantes y polémicos acerca del Reino de Dios

Las bienaventuranzas plantearon la inversión de valores en los tiempos de Jesús y en los nuestros. Estamos en la cultura narrativa. Nosotros, “los modernos”,  estamos habituados a las ciencias históricas y, por esto, tenemos cierta dificultad para entender la cultura narrativa en la cual se nos expresan los más profundos misterios de la vida. El discurso científico puede alimentar curiosidad intelectual, pero dejarnos existencialmente indiferentes; justicia, hambre, persecución, trabajo por la paz convierte a los creyentes en “hijos de Dios” y lo será de forma incuestionable para los que cumplan el principio “ético” más sublime: el amor a los enemigos.

Las bienaventuranzas, para sorpresa nuestra, nos dicen cómo es y cómo actúa Dios. La propuesta de las bienaventuranzas es modesta y humilde, no es debida a acciones espectaculares del hombre, sino a la acción gratuita de Dios, a la forma de actuar sorprendente de Dios y de las personas que nos abren un futuro de conversión´.

El Reino de Dios es pura gracia. Dios actúa así, salvando por pura misericordia. ¿A quién interesa hoy esta salvación? La salvación hoy no está asociada a las bienaventuranzas evangélicas, está asociada a la salud física y psíquica, a la prosperidad económica y al éxito profesional, a la plena realización personal en el ”amor”, en la calidad de vida, verse libres de la enfermedad, de la pobreza, de la soledad… ésos son los indicativos de salvación. En la cultura moderna y secular la salvación no viene de Dios. Es producto de la historia humana y, por tanto, la salvación hay que conseguirla a base de la lucha titánica contra la adversidad y la finitud, pero resulta que esta salvación tampoco llega ni satisface, porque la autorredención humana siempre es limitada, pues no completa la liberación de esa alienación producida por el pecado y la culpa.

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“Se volvió a Galilea”. Esto es lo que comenzó en Galilea: optar por vivir con las gentes que con las nadie quería convivir: Los galileos.

1. Lo de “se retiró a Galilea “y “quedarse allí hasta poco antes de su pasión y muerte” es para los creyentes criterio de discernimiento fundamental. Galilea era el país de los paganos, de “oscuridad y sombras de muerte”, allí brilló la luz. Estamos ante el Jesús histórico. Volver a la fe en el  Jesús histórico es volver a Galilea, porque al Jesús Resucitado no es posible seguirlo sin el Jesús antes de su pasión, muerte y resurrección. Este es el seguimiento de los primeros discípulos. ¿Por qué? Porque es el criterio básico de Jesús: la salvación viene de abajo, la historia se hace desde las víctimas. Los protagonistas de la historia no son los grandes y poderosos, éstos son lo que aparecen como los decisivos del orden de este mundo, y no lo son. Los que hacen la historia son los trabajadores, los asalariados. A estos llamó Jesús para que lo siguieran. Allí, en Cafarnaúm, comienza la historia de nuestra fe llamando a dos parejas de hermanos, unos trabajadores, pescadores.

¿De qué luz hablamos? De la Conversión, ¿y en qué consiste? En dejar transformar nuestra corazón por una luz de Amor mayor que nos disipa las tinieblas, abriéndonos al horizonte de la  libertad y del amor. La llamada de Jesús a sus primeros discípulos, siguió un proceso de conversión, que no fue fácil, sabemos que hubo resistencias a dejarse transformar por Jesús…

Hay que atreverse a entrar en el Reino, que es lo mismo que decir “atreverse a entrar en la soberanía del Amor de Dios”. Los discípulos necesitaron tiempo para descubrir cuál era el tipo de luz del Reino: Amor que desborda, un Amor que cambia de abajo hacia arriba, y desde dentro del corazón creyente hacia el amor a Dios y al hermano, desde debajo de la historia hacia arriba del Amor apasionado de Dios Padre en su Hijo hacia nosotros.

Lo siguieron

2. ¿Cómo se realiza la llamada? En el seguimiento. Ser cristiano significa seguir a Jesús. A Jesús se le conoce en la medida en la que es seguido. Su misterio se desvela a los que van tras él, están con él, parten el mismo pan y anuncian el evangelio. ¿Dónde está la Iglesia? Allí donde hay seguidores de Jesús, y no a la inversa. Pero este camino no se puede andar sin el apoyo fundamental de Dios.

“La única reliquia auténtica de Jesús es la comunidad viva”, comunidad en torno a la confesión de fe en el Resucitado. Y así comienza el movimiento de Jesús, de la comunidad, de las comunidades, de la Iglesia o de las iglesias. La vida cristiana no es un invento de unos iluminados después de la Pascua, es fidelidad a una propuesta que ya se había revelado en la persona, en la predicación y en la vida de Jesús de Nazaret. Nos preguntamos por qué estos seguidores y seguidoras de Jesús confesaron Resucitado al Crucificado y encontraron él sentido y salvación para sus vidas.

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La realidad es que el hombre, de todo lo que vive y disfruta, le parece poco. No suele estar contento con su suerte. De forma consciente e inconsciente espera algo mejor. A lo largo de la historia ha habido personajes que han creado expectativas de cambio. Y muchos han pretendido tener respuesta a la necesidad de salvación de la humanidad, del hombre concreto y de la mujer.

Hoy, en occidente parece, que no interesa la salvación transcendente, pero es evidente que tampoco la inmanente le soluciona los problemas. El hombre contemporáneo en occidente no espera la salvación de Dios, porque piensa salvarse a sí mismo, lo que tampoco logra.

El hombre contemporáneo cree que la salvación le va a venir de los logros científicos, pero ni la tecnología, ni la economía, ni la política -que piensa de modo ingenuo que podrá controlar la economía- lo salvan. El progreso que siempre avanza y nunca retrocedía se ha chocado con el cambio climático y las dificultades energéticas.

Ninguno ha sido capaz, a lo largo de los siglos, de liberar al hombre del orgullo y la soberbia, ninguno le libra del mal y de la muerte. Dentro de la Iglesia tampoco se habla, ni se predica la salvación. Sencillamente porque, como no está en las prioridades del hombre actual el anuncio de la redención y de la salvación creer que Dios salva apenas aparece ya factible, ya casi nadie habla de ello. Si esto es así, la fe cristiana desaparece. Pero tanto en el pasado como en el presente, por contradictorio que parezca,  no son pocos los que desean conocer lo que les depara el futuro. Ahí está la adivinación, la magia, la astrología en pleno siglo XXI.

¿De qué salvación hablamos? Somos vulnerables, contingentes y frágiles. Necesitamos la liberación de la propia libertad, del egoísmo, de las amenazas de la naturaleza y ser salvados de la propia muerte. Y estos hechos acaban con la pretensión del hombre de salvarse por sí mismo.

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Feliz Navidad de corazón

A todos los que formáis parte, de una manera u otra, de este gran compromiso en el que nos ha embarcado el Señor, y a los que por unos motivos u otros aún no formáis parte de él (todo llega)… que esta Navidad podamos dejarnos asombrar por la belleza del Misterio que contemplamos: la ternura del Amor de Dios hecho hombre, principalmente en los pobres. Feliz Navidad.

San Lucas es el que describe la belleza de la vida y misterio de Jesús, señalando con gran sensibilidad las palabras y los hechos que hacen vibrar y ayudan a transformar, que reflejan y suscitan asombro por las cosas increíbles que decía y hacía, y que, en medio de los acontecimientos, revelan la gloria del Padre. El Evangelio refleja un mensaje lleno de paradojas. Pero la gran paradoja es el mismo Jesús, el Hijo del Padre hecho hombre por amor a los hombres.

San Juan es quien más resalta la debilidad, la fragilidad, la cruz, el esplendor, la gloria, la gracia: “Y nosotros contemplamos su gloria, gloria como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). La transfiguración es una síntesis de la paradoja de la belleza de Jesús, que anuncia su muerte y se transfigura ante los discípulos en todo su esplendor y gloria.

En conclusión los cristianos nos atrevemos a presentar al crucificado que seduce, no por la apariencia, sino por el amor que transmite; y así es como destruye toda frivolidad, egoísmo, fealdad. Jesús había prometido: “Entonces brillarán los justos como el sol” en el reino de su Padre, y en vísperas de su pasión anunció: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos  hacia mí” (Jn 12,32). Y ahora, con el corazón abierto, nos acoge y nos redime (Rom 8,22-32).

Recordemos que estamos llamados a la oración que Jesús comenzó con su primera palabra, que fue: Abba, Padre, Madre. Es la oración de los niños: “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 18, 1-5).

Lo primero que hay que hacer para compartir la oración de Jesús es decir Padre, Abba, una palabra del lenguaje de los niños. Al principio los niños no saben hablar, pero, cuando ven a su padre y a su madre quererlos tanto tantas veces, sonríen en silencio, es la primera sonrisa. No hay palabra todavía, pero llega un momento en que parece que aquella sonrisa se quiere articular en palabras, y entonces, como los niños no saben las palabras de muchas letras, ni de muchas vocales, ni de muchas consonantes, en todas las lenguas su primera palabra es Abba, papá, mamá, que carece de traducción, porque la palabra padre es la palabra propia de las personas mayores. Abba es la palabra de una respuesta donde el amor nos envuelve, nos acoge, nos sostiene, y entonces uno se sonríe lleno de confianza, sostenido, sin poder vivir ya más sin el amor, como los niños que viven del amor de sus padres, sujetos a sus padres, pues, si no existiera ese rostro, se morirían. Entonces esa respuesta es Abba, papá (M. Legido). Esta es la belleza que estamos llamados a contemplar, a vivir. 

Dios es la fuente de la belleza que fascina y transforma, Jesús es el mayor regalo que jamás han hecho a la humanidad. Y frente a este don no cabe más respuesta que el asombro, la adoración, el entusiasmo y la ternura. Esta belleza que nos habita por dentro pide que hagamos un mundo que rebose de alegría y de paz. Desde aquí, nos deseamos la paz y el gozo que el niño de Belén nos regala.

                                   ¡Feliz y entrañable Navidad!

Francisco Cano

13. Nuestro hoy

Sigmund Freud formuló la hipótesis de que toda una sociedad puede estar enferma, y desde entonces no son pocos los que han analizado sus posibles neurosis y enfermedades. Hoy se habla en la sociedad occidental de la patología de la abundancia y, si bien un tipo de bienestar es bueno, también puede aletargar su espíritu y adormecer su vitalidad. Y uno de los efectos más serios es la ligereza y la superficialidad. Este cultivo de lo frívolo se traduce en incoherencias. Se descuida la educación ética, se eliminan los fundamentos de vida moral, se incita a la ganancia fácil y se educa en la insolidaridad y la búsqueda egoísta del propio interés, crece el número de agresiones y violaciones sexuales, se exalta el amor “libre”, se trivializan las relaciones extramatrimoniales y, al mismo tiempo, vemos cómo crecen las rupturas de matrimonios; con extrañeza hablamos del estrés pero seguimos fomentando un estilo de vida superficial y vacío. Por esto el evangelio nos incita a “despertar”, a “sacudirnos el sueño”  y a ser lúcidos para escuchar la llamada de Jesús a “vivir vigilantes”. Creo que, para salir de tanta frivolidad y para asumir una vida más responsable, la belleza se nos presenta como una vía eficaz y plena de realización humana.

Francisco Cano

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